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jueves, 7 de junio de 2012

Episodio 002: Fernando Solana Olivares: un escritor secreto... ¿o una escritura secreta?

Hay ciertas escrituras, ciertas posturas frente a la literatura, ajenas a cualquier impostura. Lo esencial... ¿cuántas veces habremos escuchado o leído eso? Pero de eso se trata la verdadera escritura, el auténtico ejercicio literario en su más plena manifestación. Lo esencial es casi una gnosis, significa no distraerse con lo inmediato, con lo que brilla y deslumbra pero carece de sustancia. Acaso porque quien aspira a la gnosis persigue, tal vez sin alcanzarla jamás, la revelación. O porque sabe que en el camino hacia la gnosis lo que importa es justamente el camino, la travesía, y no la revelación en sí misma. El Tao, pues. Esa disposición literaria significa, tal vez más que ninguna otra cuestión, pensar la creación como un proceso dedicado a los otros, a esos iniciados, o no, con quienes de alguna manera se comparte el viaje, la travesía. Acaso signifique dejar de lado el ego, la vanidad literaria, que tanto consume a tantos escritores dedicados a la auto-promoción, a la búsqueda incansable del reconocimiento. Es el camino de unos cuantos, de unos pocos que se encuentran en el camino sin haberse buscado, por senderos no siempre muy transitados, y que acaso tal vez tampoco se buscaban. Tal podría ser el retrato de uno de nuestros escritores más o menos secretos: Fernando Solana Olivares.

Escritor multiforme, explorador incansable, ha cultivado lo mismo el ensayo que el relato, la novela que la dramaturgia, y definirlo como novelista sería encasillarlo o reducirlo. Acaso, como Nietzsche quería, o el mismo Mircea Eliade, el fragmento aforístico, la escritura serial, sucesiva, sea lo que mejor describe cierta parte de su escritura, de su creación. Espasmódica, recuerda a veces esa forma aforística privilegiada por Nietzsche y que Eliade practicó en Fragmentarium, ese libro temprano y secreto que tuve la fortuna de promover y editar hace ya más de una década, y que fue reeditado en España con escaso eco entre nosotros. Como podría haber dicho el rumano en este libro escrito casi a vuela pluma, "Volvamos al principio: el mago es un lector, aunque no cualquier libro produce un mago" (Cuarenta y nueve movimientos, p. 114). En efecto, Solana Olivares nos recuerda el carácter inesperado, casi secreto, del proceso lector, que es un proceso inciático. Y como buen iniciado, Solana Olivares entiende que la literatura no está completa si no se le permite florecer adecuadamente, en voz no de quien escribe, sino de quien hace el ejercicio supremo de la literatura: leer. Y leer, en lo esencial, es discriminar, seleccionar. No la biblioteca borgesiana que contenga todos los libros del mundo, sino esa biblioteca que, como en el jardín del Edén, contiene sólo lo esencial, lo necesario para el espíritu.

Eso es lo que Fernando Solana Olivares realizó a lo largo de casi cuatro años en Huso crítico, una revista absolutamente aristocrática y secreta, para lectores no interesados en los juegos y rejuegos de la República de las letras sino en el esplendor de un espíritu casi renacentista. En sus páginas, nos recuerda Solana Olivares, aparecieron textos de Salvador Elizondo, Karl Kraus, Pura López Colomé, Juan Carvajal, Walter Benjamin, Sergio Pitol, Jorge Luis Borges, Mircea Eliade, Gustave Flaubert, Marie-Louise von Franz, Jean Cocteau, René Guenón, Robert Graves, Cesare Pavese, Saint-John Perse, Gottfried Benn, Antonio Tabucchi, Fernando Pessoa, Marco Aurelio, entre un largo elenco de notables autores que podríamos considerar imprescindibles.

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