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jueves, 31 de mayo de 2012

Episodio 001: Miguel Salmón del Real: Habemus director

El 13 de septiembre de 2009 Miguel Salmón del Real dirigió uno de sus primeros conciertos en México, y por un hecho fortuito, tuve la fortuna de encontrarme entre el público que asisitió a esa ocasión. Como resultado de lo escuchado esa tarde de domingo, el diario Unomásuno publicaría, unos días después, mi reseña de ese suceso. Nota polémica en su momento, la reproducimos de nuevo, con algunos videos que dan idea de quién es este joven talento mexicano, padrino de nuestro programa.

El domingo 13 de septiembre [de 2009] tuvimos la oportunidad de escuchar a la Orquesta Sinfónica de Coyoacán. Normalmente decir esto parecería una broma de mal gusto o un caso de extrema desesperación musical con tal de escuchar algo. Del director huésped, Miguel Salmón Del Real, sabíamos casi nada hasta antes de este evento. Un director poco conocido al frente de una orquesta delegacional parecía la crónica de un desastre anunciado. Sin embargo, nada nos preparó para lo que el programa anunciaba, el cual estaba conformado por la Obertura Oberón, de Carl Maria von Weber, el Concierto para guitarra y orquesta San Ángel, de Gerardo Taméz, y la Séptima sinfonía de Ludwig van Beethoven. El solista del concierto de Taméz fue Iván Maceda, joven guitarrista de impecable técnica que dio lustre especial a esta obra de Taméz que, para ser honestos, nació avejentada, con un lenguaje musical anclado, literalmente, en el nacionalismo mexicano de los años treinta y cuarenta del pasado siglo. Se trata de una obra en la que Taméz desperdicia la paleta orquestal y más bien parece una obra compuesta de retazos de piezas para guitarra unidas con no mucha pericia, pues no tiene la menor coherencia interna y tiene pasajes extremadamente insulsos (en particular el segundo movimiento no podía ser más aburrido), desvinculada de toda realidad musical nacional. El concierto parece un homenaje involuntario a esa imagen idílica y bucólica del mexicano provincial que María Félix y Pedro Armendáriz encarnaron en los llamados años de oro del cine mexicano. Hay que agradecer que hayan sido Iván Maceda en la guitarra y Miguel Salmón del Real en la dirección orquestal quienes hayan tenido que sacar al buey de la barranca para que esta obra resultase medianamente lucidora.

Las dos primeras obras nos ofrecieron algo inusual en las orquestas mexicanas, y eso fue la disciplina y rigor con que la orquesta las acometió. Desde la Obertura de Von Weber, la orquesta mostró personalidad y actitud, seriedad y cuidado extremo (prácticamente no hubo notas falsas, y sorprendentemente, es el primer concierto en el que no recuerdo haber escuchado sapos en la sección de metales), pero sobre todo, algo que parecen haber perdido todos los músicos mexicanos: pasión. De alguna manera, Miguel Salmón del Real hizo que los músicos de esta orquesta casi desconocida recuperaran la pasión por tocar y apropiarse de las obras del repertorio musical de Occidente. Y todo esto lo pudimos apreciar en su actitud comprometida y de absoluta entrega.

Obertura Oberón, de Carl Maria von Weber
Orquesta Sinfónica de Coyoacán

El plato fuerte fue la dificilísima y apasionante Séptima sinfonía de Beethoven, una obra que permite siempre el lucimiento de los intérpretes, pero que en su cuarto movimiento, el más neurótico de todos los que escribió Beethoven, suele terminar en desastre pues con una facilidad pasmosa puede desbocarse. Desde el primer acorde, Salmón del Real nos ofreció una interpretación poderosa, cristalina, soberbia, elegante, apasionante, imaginativa, llena de vigor, producto de una comprensión cabal y total de la partitura. La orquesta sonó con total convencimiento de su poder interpretativo, con total autoridad, sin notas falsas, con una precisión verdaderamente deslumbrante. La apasionante ejecución de la Orquesta Sinfónica de Coyoacán debería haber hecho historia en nuestro país como uno de los eventos más memorables de los últimos años.

Miguel Salmón con Pierre Boulez
Todo esto es obra, indudablemente, del director, que supo imprimirle una confianza en sí misma, a cada uno de sus integrantes, para que no dudaran que podían abordar esta dificilísima obra con plenos poderes. Cada acorde de la interpretación fue un discurso coherente, como quien sabe perfectamente qué debe hacer y cuándo hacerlo. Diría que no había escuchado a una orquesta mexicana tocar de esta manera, si no fuese porque sí lo he hecho. Hace más de quince años cuando escuché a Penderecki dirigir el estreno mexicano de su Concierto para violonchelo al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional en Bellas Artes, o cuando Maxim Shostakovich dirigió la Quinta sinfonía y el Concierto para violín de Dimitri Shostakovich al frente de la OFUNAM o el mismo Maxim Shostakovich al frente de la Orquesta Sinfónica de Minería dirigiendo el Titán de Gustav Mahler, y Sheherezada, de Rimsky-Korsakoff.

Aquí, Miguel Salmón del Real ofreció lo que podemos llamar una verdadera cátedra de cómo dirigir una orquesta y cómo se debe entender y sentir una obra que, como la Séptima de Beethoven, usualmente es interpretada como una suerte de Frankenstein musical, deshilvanada, sin coherencia interna, sin precisión, sin pasión, con total rutinariedad. Nada de eso estuvo presente este domingo. Por el contrario, la orquesta hizo que muy pronto uno se olvidara de que el lugar del concierto, el Foro Cultural Coyoacanense, resultaba del todo inadecuado para una orquesta sinfónica. De hecho, no sólo resultó espectacular la pasión y el convencimiento que el director huésped le imprimió a la orquesta, sino que además esta sonó con tal autoridad que quien esto escribe pensó que estábamos escuchando a una orquesta que podía rivalizar, sin detrimento alguno, con una orquesta como la Royal Concertgebouw de Ámsterdam. No sé de ninguna otra orquesta mexicana en los últimos 20 años de la que se pueda decir algo así en un concierto. No tengo la menor duda de que esta Séptima de Beethoven debe ser la mejor Séptima que haya escuchado en México, muy superior a cuanto haya yo escuchado en todos mis años de frecuentar salas de concierto.

Miguel Salmón, con Bernard Haitink
Miguel Salmón del Real nos ofreció un recital en el que nos demostró que lo más importante en un concierto es la música, y que si eso no tiene importancia para quienes deben enfrentar al público, entonces nada más lo puede tener. Y uno puede ver que los comentarios que de él han dicho gentes como Pierre Boulez (“Ha demostrado ser un músico serio y talentoso”) y Cliff Colnot (“Su control de los Ensembles y su conocimiento de la partitura son supremos”) no son una exageración. Miguel Salmón Del Real nos dio pruebas de que es hoy en día el mejor director de orquesta mexicano. Y su juventud no debería ser un obstáculo para que tenga una orquesta a su cargo. Ya nuestros directores “mayores” han demostrado, sobradamente, de lo que son y de lo que no son capaces de hacer.

Noche transfigurada, de Arnold Schoenberg, Orquesta de Auvergne (2007)
Curso de conducción orquestal con Arie van Beck, Conservatorio de París.

Ya es tiempo de que una nueva generación de directores tome la batuta de nuestras orquestas con base en lo único que debe realmente importar: sus conocimientos. Sin duda, Miguel Salmón del Real debe estar al frente de alguna de nuestras orquestas mayores. Aquel funcionario que tome nota de él podrá sentirse orgulloso de haberlo “descubierto” y decir, como digo yo ahora: Señores y señoras: Habemus director!

13 de septiembre de 2009



martes, 22 de mayo de 2012

Presentación

Itinerarios es el nombre del programa de radio conducido por José Manuel Recillas el cual se transmite los jueves por Internet, y puede, además, ser descargado como podcast. José Manuel Recillas es poeta, traductor, editor, investigador e historiador literario, melómano y promotor cultural. En 1990-1991 obtuvo la Beca Pepe Alameda del desaparecido Centro Mexicano de Escritores como miembro de la LX Generación. Recientemente el Centro Universitario de Los Lagos, dependiente de la Universidad de Guadalajara, le otorgó la prestigiosa Cátedra Sergio Pitol por su trabajo como traductor y editor del poeta alemán Gottfried Benn. Ha publicado los libros de poesía La ventana y el balcón (1992), El sueño del alquimista (1997) y Entre el sol amarillo del escombro (2004). Publicó en 2004 el volumen en ocho fascículos Aproximaciones al expresionismo. Ha traducido a autores tan díversos como Lafcadio Hearn, Walter Alexander Raleigh, Ernst Jünger, Karl Kraus, Georg Trakl, Paul Celan, Cesare Pavese, y Gottfried Benn, de quien publicó en 2009 la antología en dos volúmenes Un peregrinar sin nombre. Obra selecta, la cual reúne las traducciones previas que habían editado la UNAM y Verdehalago. Con motivo de sus investigaciones literarias, en 2010 empezó a editar y recuperar la obra del poeta mexicano Juan Bautista Villaseca, fallecido en la ciudad de México en 1969. De éste, se han publicado dos antologías de bolsillo para la UNAM y Taller Ditoria (2010) y una antología más amplia con el nombre de Este México triste (Taller Ditoria, 2011). Para este 2012 se empezará a publicar sus Obras reunidas.

En Internet, mantiene activos los proyectos culturales Fonoteca de JM Recillas, el cual se encuentra en su quinto año de actividad constante, Crítica musical en México, un espacio para reflexionar sobre la actividad musical del país, y Poetas en la web; en ellos se encuentra parte del trabajo intelectual que el autor ha desplegado desde hace años. En esta nueva página los visitantes hallarán materiales que buscan ser apoyo para el programa radiofónico, como textos originales, traducciones, semblanzas, y archivos sonoros y visuales que permitan tener una relación más amplia y completa con respecto a lo expuesto en la cabina de transmisión. Además, el programa cuenta con página en Facebook, a la cual es posible llegar del enlace aquí incluido, o a través del logo en la parte izquierda de la página. En esa página los visitantes podrán interactuar con el poeta y sus invitados, y opinar y comentar respecto a lo que escuchen o deseen escuchar.

Itinerarios es, como su nombre lo indica, un programa radiofónico que busca abrir espacios a la reflexión y al deleite de las artes, tanto como al diálogo y al disenso, a las múltiples posibilidades de establecer nuevas rutas de entendimiento y placer, con los autores vivos de nuestra época, tanto como con los de épocas ya pasadas.